Atrás quedaron los verdes archipiélagos. Flota
a bordo una brumosa llovizna de salmuera;
la aguja en la bitácora anuncia la derrota;
a barlovento el orco marino es una hoguera.
Millas, millas, millas... Los mares de Occidente
en un alba aparecen manchados de oropel.
Vocean los tripulantes, y, jubilosamente,
lanzan un ¡hurra! en la popa Marcial, el timonel.
Y cuando sus pupilas atisban la distancia
y el aire de la costa, cargado de fragancia,
prende sobre las jarcias su lírica canción,
al ver que se ha cumplido el fin de su aventura,
suspira, satisfecho... Y su mano segura
aferra con más fuerza la caña del timón.
Mi cariño para sus hijos, mis amigos.
ResponderEliminarDesde aquí todo nuestro respeto. Espero que les guste que Jose María Uncal tenga su sitio en La Fíbula de Caravia
ResponderEliminarEs uno de nuestros próceres, igual que Aurelio del Llano, y debe ser reconocido como tal.
ResponderEliminarUn poco más olvidado que Aurelio de Llano, así que aquí vamos a recordarlo.
ResponderEliminarBaby: me alegro mucho de haber conocido a tu padre y de haberlo recordado en la Fíbula tengo la suerte de tener dos libros de el que conservo con orgullo.
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