El Nuberu es un personaje de origen nórdico, director de las tronadas, agente comparable a los tempestarii de las Galias, citados por San Agobardo, que provoca el trueno y el granizo.
A nuestro Nuberu le han visto los caravienses más de una vez sentado en Peñablanca y en los picos más altos de las montañas; otras veces le vieron entrar en las cabañas para ordeñar las vacas o las ovejas y tomar después la leche. Es un hombre casi negro, de estatura gigantesca y de una fuerza colosal; va vestido de pieles y no lleva encima de sí cosa alguna.
La imaginación creadora del Nuberu no pudo concebir un personaje raquítico porque los truenos son enormemente grandes, de forma esférica, y él tiene que transportarlos de un sitio a otro y hacerlos chocar entre sí para que se rompan y caiga sobre la tierra el agua que tienen dentro.
"-Llevando la lluvia a los campos áridos, colma al labrador de beneficios; pero si el campesino que le encuentra no le conoce y le mira con desdén, o le confunde con un mendigo, o no le saluda cortesmente, o no le agradece la buena cosecha, ya puede contar con la primera pérdida; se salvarán las fincas de los demás, pero no las suyas." (Mitos y supersticiones de Asturias, por D. Rodrigo Jove, Oviedo 1903)
Texto extraído de "El Libro de Caravia" de Aurelio de Llano
A nuestro Nuberu le han visto los caravienses más de una vez sentado en Peñablanca y en los picos más altos de las montañas; otras veces le vieron entrar en las cabañas para ordeñar las vacas o las ovejas y tomar después la leche. Es un hombre casi negro, de estatura gigantesca y de una fuerza colosal; va vestido de pieles y no lleva encima de sí cosa alguna.
La imaginación creadora del Nuberu no pudo concebir un personaje raquítico porque los truenos son enormemente grandes, de forma esférica, y él tiene que transportarlos de un sitio a otro y hacerlos chocar entre sí para que se rompan y caiga sobre la tierra el agua que tienen dentro.
"-Llevando la lluvia a los campos áridos, colma al labrador de beneficios; pero si el campesino que le encuentra no le conoce y le mira con desdén, o le confunde con un mendigo, o no le saluda cortesmente, o no le agradece la buena cosecha, ya puede contar con la primera pérdida; se salvarán las fincas de los demás, pero no las suyas." (Mitos y supersticiones de Asturias, por D. Rodrigo Jove, Oviedo 1903)
Texto extraído de "El Libro de Caravia" de Aurelio de Llano
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